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miércoles, 25 de noviembre de 2015

DIAGNOSTIO



El diagnóstico de la esquizofreniase realiza a través de la historia clínica del paciente, donde se reflejan tanto los antecedentes familiares como los acontecimientos sufridos por el paciente y los tratamientos prescritos, así como una entrevista a las personas que forman parte del entorno del paciente. El diagnóstico de la esquizofrenia se basa en criterios clínicos reforzados por pruebas psicométricas, neuropsicológicas y, en determinados casos y como complemento al diagnóstico, se emplean pruebas de neuroimagen.

La esquizofrenia no suele ser de aparición súbita, sino que suele desencadenarse con un primer periodo cuya duración oscila entre varios días y años, en los cuales el paciente, progresivamente, presenta cambios mínimos de carácter, disminución en el rendimiento escolar/laboral, aumento de la ansiedad y, finalmente, aislamiento social.

En la aparición del primer episodio psicótico suelen predominar de forma clara los síntomas de tipo positivo, aunque en determinados tipos de esquizofrenia estos síntomas están disminuidos o ausentes. Tras este primer episodio, el paciente suele precisar hospitalización, donde se realiza un primer diagnóstico y se establece el tratamiento, que el paciente deberá seguir de forma rigurosa durante al menos dos años.
 Los factores que pueden considerarse favorables al pronóstico de la enfermedad son:
  • Aparición tardía de la enfermedad.
  • Buena adaptación y seguimiento del tratamiento.
  • Ritmo de vida estable, con horarios de trabajo y descanso fijos, y evitando el consumo de cualquier tipo de droga (alcohol, tabaco,…).
  • Ausencia de antecedentes familiares de trastornos afectivos y de alteraciones neuroestructurales en el propio paciente.
  • Buenos resultados en las pruebas neuropsicológicas.

Se consideran con mejor pronóstico las esquizofrenias paranoides, y en las pacientes femeninas mejor que en los varones. Por el contrario, son signos que alertan del riesgo de recaída:
  • Alteraciones del comportamiento.
  • Insomnio.
  • Sensación de abatimiento y decaimiento (depresión).
  • Dificultad de concentración.
  • Irritabilidad y/o agresividad.
  • Bloqueo.

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